Gómez Mont, el narcotráfico y la legalización de las drogas.

Publicado en por Franky

México a 25 de Julio de 2009.

Hace unos días, el Secretario de Gobernación Fernando Gómez Mont lanzó hace unos días lo que parece más una bravata de cantina que el llamado de quien dirige la política interior del Estado Mexicano. En el claro discurso calderonista de confrontación entre capos y no entre los capos y el gobierno, Gómez Mont llama al narco a que vayan por ellos y no por lo civiles, que los están esperando.

Lo anterior, conjugado con la invitación a pactar por parte de la Tuta, da idea de cómo la confrontación entre el Narcotráfico y el Estado Mexicano es llevada más como la disputa entre dos bandas rivales, que la búsqueda de un Estado democrático nacional por erradicar un problema de salud pública y de inseguridad.

El problema del narcotráfico ha crecido exponencialmente en los últimos años, por un lado debido al crecimiento de la competencia entre quienes dominan este mercado (surgimiento de nuevos cárteles de droga), por otro lado el incremento del nivel de dificultad para enviar las drogas al principal consumidor (los Estados Unidos de Norteamérica) y por último el incremento del consumo interno (México), configurando un nuevo mercado, antes mínimo, casi inexistente, que ahora se disputan los grupos dominantes.

En ese escenario el gobierno de Calderón a lo único que ha atinado es a la violencia y al enfrentamiento, sacando a los militares de los cuarteles, aún cuando eso ha representado la violación sistemática de derechos humanos de comunidades enteras por donde el ejército ha pasado y la sobreexposición de los militares al llevarlos a tareas para las cuales no han sido entrenados y que no debieran entrar entre sus funciones.

Pero el problema del narcotráfico tiene demasiadas aristas para resolverlo únicamente a partir de una guerra estéril que lo único que genera es el incremento de la violencia.

Podemos decir por un lado que el descuido sistemático y desmantelación del campo mexicano ha provocado que en comunidades completas sea mucho más rentable aceptar trabajar para los cárteles de la droga cultivando sustancias prohibidas por las que reciben un pago que les permite sobrevivir que cultivar frutas y verduras que, después de pasar por coyotes y con la rendición del gobierno ante acuerdos desfavorables como el TLCAN, ni siquiera les garantizan recuperar la inversión. En ese sentido, comunidades enteras tienen sujetos sus ingresos, y con ellos su supervivencia, a la producción de drogas.

Además el Estado no ha sido capaz de generar las oportunidades académicas, laborales, culturales, deportivas y sociales que permitan a la gente aspirar a una superación permanente. En contraposición, los narcotraficantes ofrecen una red de asenso social que no se obtiene por vías legales. En este sentido, los cárteles de las drogas se ven nutridos día con día, con jóvenes que han sido rechazados de instituciones educativas, o con otros que tras haber pasado por ellas no encuentran opciones de desarrollo laboral y más aún campesinos que no pueden sembrar sus productos tradicionales, y personas desempleadas de todas las edades.

Por ello el Estado se encierra en un círculo vicioso, pues no logra superar la crisis económica, la cual en contraposición se agrava día con día. Así por cada miembro de algún cártel que encarcela o aniquila (recordemos que el Estado se considera en guerra), los capos reclutan al menos un substituto y en muchos casos más de uno. Además ante los bajos salarios de los cuerpos policíacos, las pésimas condiciones de trabajo y la corrupción rampante que es uno de los males más arraigados en el sistema mexicano, en cada policía los cárteles de las drogas tienen ya sea un aliado cooptado, o un aliado en potencia.

Más aún, los miembros de cuerpos policíacos que se resisten a la corrupción de los cárteles son altamente susceptibles de engrosar las listas de decapitados, mutilados, asesinados, torturados y víctimas de todo tipo de esta guerra imposible del calderonismo. Esto debido a la menor capacidad de acción, grupos de inteligencia y armamento con los que cuentan los defensores del orden público muy por debajo de los grupos delictivos.

En este sentido la guerra se pierde con claridad y únicamente ha sido capaz de levantar una espiral de violencia con la que los mayores perjudicados son el pueblo y es Estado que declaró una guerra que, francamente, es incapaz de ganar, al menos en los términos en que se la ha planteado.

Para derrotar a los grupos criminales, cualesquiera que sean, se debe crear una convicción distinta de lo social, en donde lo humano y la riqueza natural estén por encima de lo material y la riqueza monetaria. En donde las desigualdades sociales sean abatidas y la sociedad se equilibre. En donde la gente tenga opciones legales y sanas de desarrollo. En donde el campesino, además de tener un trabajo digno, tenga una vida sana y justa, con la misma dignidad con la que produce el alimento para su pueblo. En donde los jóvenes tengan acceso a la educación, a la cultura, al deporte, al empleo justamente remunerado y a una vida digna como producto de ese desarrollo personal y social que se genera a partir de su participación en la producción. Donde las clases sociales se eliminen y la riqueza social se administre y distribuya con apego al bien común.

No recuerdo haber escuchado de secuestros o tráfico de drogas en Cuba, por ejemplo, y los delitos menores se dan en una proporción infinitamente menor a la de los países capitalistas. Además su combate es más inteligente, con una verdadera rehabilitación social basada en la educación y formación de quien delinque para reinsertarlo de manera armónica en la vida social.

Pero si en México todo tiene un precio, y con ello la vida humana misma, como nos extrañamos de que un secuestrador entre al mercado y apueste por ganar dinero con la vida humana, mutilaciones incluidas. ¿Es inmoral? Por supuesto, pero ¿Es menos inmoral que un prestigiado médico de un hospital de renombre deje morir a un niño por una enfermedad curable sólo porque no tiene para pagar los honorarios? Yo creo que no, la inmoralidad es la misma. Nace del mismo fenómeno, de pensar que todo, la vida humana incluida tiene un precio. Sólo que mientras el primero es visto como lo más bajo de la sociedad, el segundo tiene reconocimiento y admiración públicas. Son sin embargo caras distintas de un fenómeno idéntico.

Esto es en general el problema de la delincuencia y el capitalismo. Se puede resolver de fondo únicamente con un cambio estructural general de la sociedad. Esto lo podemos ver en una relación directa y recíproca. A menor desigualdad social, menor índice delictivo. A mayor calidad y cantidad de oportunidades de desarrollo legales en una sociedad, menor intención de la población a arriesgar ese desarrollo legal por un avance más acelerado, pero riesgoso e ilegal.

Pero el problema del narcotráfico en específico nos da otras aristas. Pregunto lo siguiente:

¿Cuál es la principal finalidad del Estado? En el sentido marxista, el Estado es un organismo que surge de entre las clases sociales y se pone por encima de ellas para normar los enfrentamientos entre las distintas clases, tomando siempre partido por la clase dominante. Esto es lo central, pero para efectos de este análisis, tomaremos otras de las funciones del Estado, no sólo sus funciones de clase sino las socialmente aceptadas como funciones generales de cualquier Estado. Entre ellas, el normar las relaciones entre individuos (ciudadanos) que habitan o se encuentran en una región determinada. Las relaciones de estos individuos, agrupados ya en un Estado, con otros Estados, y las relaciones de los individuos con los instituciones públicas y privadas que se generan al seno del Estado y de dichas instituciones entre sí y en relación con el Estado mismo.

Más o menos ideas me parece que es lo central.

¿En que parte podemos indicar como una función prioritaria del Estado el normar las relaciones de un individuo consigo mismo? Me parece que en ese caso el Estado excede su función y comienza a desarrollar una cultura autoritaria.

¿Bajo que argumento el Estado puede decidir que es “legal” el que yo consuma alcohol, pero me prohíbe consumir marihuana? Incluso en la calle puedo fumar un cigarro pero por ningún motivo puedo consumir un churro, una grapa o una tacha, al menos no sin transgredir las leyes de convivencia establecidas por el Estado mexicano y violar la ley.

Según estudios médicos de la OMS, el cigarro y el alcohol son más dañinos, económica, social y médicamente, al menos que la marihuana, pero en algún momento de la legislación quienes podían tal vez consumir whisky, tequila o mezcal pero que probablemente no consumían cannabis, y que tal vez fumaban tabaco porque era símbolo de status, decidieron que unos eran legales mientras otros eran ilegales.

Hoy existe una ley en el DF que prohíbe fumar en lugares públicos cerrados. Es una ley de reciente aplicación y que tiene a su vez un amplio número de detractores. Pero hasta hace poco podías consumir tabaco en lugares públicos, y hoy aún puedes hacerlo si no son espacios cerrados, a pesar de que con el humo que se exhala se ha comprobado que se daña más al que lo recibe como emisión que a quien fuma del tabaco propiamente. Sin embargo no podías consumir un pasón de coca aún cuando al inhalarlo el único organismo en recibir el daño era el tuyo.

¿Es esto facultad del Estado?, ¿No está transgrediendo los derechos de particulares?

Es decir, tiene derecho el Estado a determinar que sustancias puede consumir el individuo, por criterios médicos o morales. Y digo morales pues, como argumenté anteriormente, se ha demostrado que, por ejemplo, el alcohol y el tabaco son más nocivos económica, social y médicamente que la marihuana y una se prohíbe y los otros no, así que el criterio para lo anterior no puede ser el criterio médico, es sin duda una valoración de tipo moral que tiene que ver con la idea de “lo correcto” y “lo incorrecto” en los grupos de poder.

Es decir, algunos pueden argumentar que debido al consumo de drogas se genera un problema de salud pública, es cierto. Sin embargo ese problema es menor al que provoca por ejemplo hoy en día la pandemia de la obesidad en el mundo y en México (pandemia que muchos padecemos y no hemos podido superar). Cual es la función del Estado. Prevenir, sobre los riesgos de la obesidad, crear programas de información y atención a quienes padecemos dicho problema, pero al final nos dejan decidir. Imagínate que aplicando el criterio de combate a las drogas el día de mañana el Estado prohíba la comida alta en grasas y que meta a la cárcel a quien coma un pastel de chocolate y los vendedores de hamburguesas sean clandestinos y parte de una cultura suburbana.

¿Sena surrealista no? Sin embargo insisto, si consultas las cifras de la OMS el problema de la obesidad es de mayor gravedad en cuanto a la salud pública que las adicciones y genera más gastos a los Estados, sobre todo en determinadas naciones. Y sin embargo nos siguen dejando escoger, se informa, se orienta y se apoya pero al final, a pesar de mi obesidad soy yo y solo yo quien decide si me como una ensalada o una gordita, a pesar de mi obesidad y los riesgos para mi salud y a pesar de los gastos que pudiera generar en un futuro al Estado con mi irresponsabilidad (por cierto desde este espacio hago un compromiso para bajar de peso y comer más cosas sanas y menos garnachas, palabra de revolucionario).

¿Por qué el Estado no puede asumir una actitud de libertad similar con el consumo de drogas?, ¿Hacen daño a la salud? Sí. Igual que el refresco, la azúcar, la sal un alto porcentaje de los alimentos que consumimos, la vida sedentaria, escuchar música a alto volumen y miles de las cosas que marcan nuestra cotidianeidad y que sin embargo no están prohibidas sino se nos informa sobre sus efectos y se respeta nuestro libre albedrío.

Alguien dirá que bajo el consumo de las drogas se puede dañar a terceros y yo digo sí, pero el consumo en sí solo daña a quien lo realiza y lo que debe normar el Estado es el daño a terceros, no el daño a sí mismo. Es decir, el Estado no prohíbe tomar, prohíbe conducir en estado de ebriedad, por el probable daño que se puede ocasionar a terceras personas que no tienen la culpa de los ánimos etílicos de quien quiera manejar. Si alguien roba o mata bajo el efecto de alguna sustancia, el robo y el asesinato son ya delito. En todo caso el estado en que se cometen podría ser un agravante, pero la conducta nociva hacia terceros ya está sancionada. Alguien roba o mata por drogas, es justo el mismo caso que el anterior. Es decir, voy a poner algunos ejemplos para ser más claro.

Aquellos que sean de mi generación o cercanos (es decir los viejos jóvenes) recordarán que en México por allí de inicios de los 90’s comenzaron a entrar tenis de marcas estadounidenses, en particular los modelos de Nike y más aún los Jordan en específico, eran de los más codiciados por los jóvenes consumistas de nuestra generación (a esa edad es difícil tener conciencia social, además estaban poca m) Fue muy común, para quienes estudiaban en escuelas públicas y sobre todo quienes vivían o transitaban por colonias populares saber de jóvenes que eran asaltados y asesinados por robarles sus tenis. Sin embargo a nadie se le ocurrió prohibir los tenis, se castigaba, o al menos así debía ser, el delito.

Caso similar a principios del 2000 cuando comenzaron a popularizarse los celulares (hoy hay de todos los precios y la mayoría de la gente en las zonas urbanas tiene un celular) los robos y asesinatos por tener un celular eran la cotidianeidad. Lo mismo con los coches y en particular con algunas marcas y modelos. Todos los ejemplos anteriores son muestras de la violencia innata del sistema capitalista de desigualdades sociales y cosificación, donde el “status” lo da lo que tienes y no lo que eres. Pero el caso es que en todos ellos los delitos se castigaron, no la posesión o consumo de determinados satisfactores que provocaban la ambición de los “amigos de lo ajeno” y “motivaban” los crímenes.

No sé si quede claro a donde voy con los ejemplos. El punto que pretendo argumentar es que la relación de un individuo con el consumo de drogas es un asunto endógeno, interno, de su propia voluntad y decisión. En todo caso, de no ser así se corre el riesgo de llegar a un Estado fascista que desde su concepción del bien y del mal, de lo correcto y lo incorrecto, de lo sano y lo insalubre, regule la vida interna del ser humano. Por eso en esta sociedad no se prohíben los matrimonios de personas del mismo sexo en igualdad de derechos, porque a algún enfermo homofóbico (o a muchos) se les ocurrió que algo era lo sano, lo normal, y lo otro no lo era. Por eso en esta sociedad se decide desde el Estado sobre el derecho a las personas a una muerte asistida cuando, por la consideración que sea, una persona ya no quiere vivir. Vamos, llegamos al absurdo de que es delito ¡El suicidio!

Considero que el problema del consumo de drogas es un problema personal. Que cualquier delito en que incurra una persona por o para consumir drogas debiera estar penado por el delito en sí, al margen del hecho de la droga. Que si esto se permitiera se lograrían varias cosas.

En primer lugar la persona tendría el derecho a decidir sobre su vida, su cuerpo y sus consumos de manera libre.

En segundo lugar, esto terminaría con la ola delictiva que acompaña la producción, transporte y comercio de las drogas, disminuyendo el poder de los cárteles delictivos, sus ingresos y su rango de acción.

En tercer lugar permitiría al Estado una fuente alterna de generación de recursos, a través del cobro de impuestos y operaciones vinculadas a la producción y consumo de sustancias hasta hoy prohibidas.

Se terminaría con la violencia (o al menos se disminuiría en gran medida) entre cárteles del narcotráfico y entre estos y la sociedad, dando una salida adecuada a la inadecuada (por las formas, no por el fondo) guerra emprendida por el gobierno de Calderón. Recuérdese el fin de la prohibición del alcohol en los Estados Unidos, lo cual fue la única forma eficaz de terminar, o al menos disminuir, a las mafias que controlaban dicho fenómeno, caso similar con el juego y la creación de las Vegas y otros que podemos recordar.

En resumen. Me parece que la guerra de Calderón es inadecuada, que se está perdiendo en la vía de los hechos y que ha generado una escalada de violencia que daña a nuestra ya de por si mermada sociedad. Que las bravatas de Gómez Mont sólo sirven para “reafirmar su virilidad en una sociedad acomplejada y machista” pero de poco ayudan a la labor del Estado mexicano en el retorno a la civilidad y el fin de la violencia. Que el consumo de drogas debe ser un asunto personal y privado como parte de la libertad del ser humano. Que los delitos cometidos en o por dicho consumo deben ser sancionados en tanto delitos en si, y no por la vinculación con un consumo determinado. Que por tanto deben legalizarse las drogas, su producción, distribución y consumo, coadyuvando con ello a recuperar la paz en el territorio nacional.

PD Para todos mis amigos que no comulguen con esta postura una reflexión final. Casi puedo asegurar que todos los lectores, casuales o constantes, de este humilde blog alguna vez han tomado algún trago de alcohol. La mayoría incluso, estoy seguro, alguna vez han tomado más de la cuenta. Hay más muertes por conducir tomado que pacheco. Leemos más historias de asesinatos en fiestas por exceso de alcohol que de mota. ¿Quién decide que una sea prohibida y la otra no?

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